sábado, 26 de mayo de 2012

Árboles

Me gustan los árboles.
Considero indispensable, incluso diría que obligatorio, la existencia de árboles en cualquier población urbana.
Más que nada porque los árboles estaban antes que las ciudades, antes de tanto cemento, ladrillo y asfalto.
Los árboles, da igual la especie, tipo de hoja, si florece, o da frutos, dan color a la ciudad,  cobijo a los pájaros, y sobre todo sombra, tan buscada y deseada los días de pleno verano, por lo menos por mí.
Quizás por eso, elegí el texto titulado “Árboles” de Mario Benedetti para leer, entre otros, en mi primer paseo literario.
Tuvo lugar en el Parque Moret de Huelva, y fuimos dando un paseo parándonos en los lugares que nos parecían más idóneos para nuestra lectura. Fue una experiencia muy enriquecedora y espero repetir más veces.

Mario Benedetti – Vivir adrede
“Árboles”
La modestia de los árboles es infinita. Cuando la brisa matinal los acaricia, ellos dejan caer dos hojas tiernas, y cuando el vendaval los agrede sin piedad, endurecen sus ramas como rejas. Su tronco recobra entonces la solidez de su origen, y el temporal se aleja, con lluvia de vencido.
En la paz los árboles reviven, detectan con curiosidad sus diferencias, comparan sus follajes y dan la bienvenida a los pájaros, esos hermanos traviesos que les traen noticias de otros frondosos colegas. Por supuesto, están también las cigüeñas y las lechuzas de campanario, a las que poco les importan los árboles. Los miran desde lejos sin mayor interés, y los robles y los cipreses, los álamos y los ombúes, buscan consuelo en sus viejas raíces.
Los humanos, en general, se llevan bien con los árboles, con su sombra protectora, con su frescura. Se llevan bien, salvo los leñadores, que por oficio son los asesinos de los árboles y éstos les temen más que al rayo.
Allá en la copa, que es su merecido lugar cerca del cielo, está el pájaro gris, o quizá azul o quizá rojo, con sus alas plegadas y su pico entreabierto. Yo sé que me está diciendo fechas, pronósticos, tal vez alarmas, pero no le entiendo porque no conozco el idioma de los pájaros, y no le respondo porque él no conoce el idioma de los hombres.
Por tanto, el árbol asiste silencioso a esta incomunicación de las vidas y entonces yo decido estirar mi brazo izquierdo y me apoyo en su tronco solidario.

viernes, 11 de mayo de 2012

Timidez

Según la Real Academia de la Lengua Española la timidez es “cualidad de tímido”, y si se busca tímido, es un adjetivo que significa “temeroso, medroso, encogido y corto de ánimo”.
Según mi opinión y experiencia, la timidez no es más que una jodienda, y perdón por la expresión.
Como un obstáculo en tu camino que te dificulta el avance.
Hace unos años, si me preguntaban la principal cualidad de mi personalidad, no lo dudaba, “soy tímida”, decía. Ahora ya no es la principal, ha bajado puestos considerablemente, y no porque ya no lo sea, lo sigo siendo, sino porque la tengo bastante superada.
La timidez te impide hablar cuando lo deseas, y cuando lo haces, sientes inseguridad; te bloquea; te aparta; no te deja ir donde quieres ir; no deja que te defiendas; prohíbe que te relaciones, mostrar tu opinión, vamos, lo que he dicho antes, una jodienda….
Superar en la medida de lo posible la timidez es vital para poder evolucionar (esta palabra que ha cobrado tanto sentido para mí en los últimos meses, y que tanto me gusta).
Creo sinceramente que no dejaré de ser una persona tímida, pero lo que no voy a permitir es que me impida avanzar.
¿Cómo se va superando? Pues poco a poco, no se hace de golpe, según vas madurando y ganando en experiencia, lo que antes te daba pavor deja de dártelo un buen día.
Y de repente te ves hablando delante de un grupo de personas, y no te pones colorada como un tomate, o tomas la iniciativa para entablar una conversación, o dices cosas que un tiempo atrás no te hubieras atrevido a decir.
Es una superación constante, y un obstáculo que hay que saltar como sea.

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