Antes de abrir los ojos por la mañana, después de sonar el despertador, en ese momento de disfrute pensando “ahora me levanto”, ya escucho al vecino de al lado ducharse, pues la pared de su cuarto de baño linda con la de mi dormitorio.
Cuando voy al cuarto de baño a lavarme la cara y despertarme, escucho a los vecinos de arriba tirar la cisterna, etc.
Voy a la cocina a ponerme el café… creo que en ese momento no escucho nada.
Después, mientras hago mi yoga matutino, escucho al vecino que se duchó, coger el ascensor.
Mientras desayuno, escucho a los de arriba desayunar también, arrastran sillas, las niñas se van al colegio, les escucho.
Al rato me siento a trabajar y con la ventana abierta, creo que todos los ruidos vienen a mí.
A las nueve suena la sirena del colegio que está cerca, que por la disposición de los edificios de alrededor hace que la acústica sea “muy buena”, y parece que la tocan dentro de mi casa.
Arriba limpian y arrastran muebles.
Los vecinos, mientras esperan el ascensor, hablan, les escucho, aunque yo esté al otro lado de la casa.
Escucho a la vecina de arriba pero de la puerta de enfrente, que llama a grito pelado desde su ventana a su amiga que vive en el edificio de enfrente, que éste puede estar a unos 150 metros o más, no exagero. La amiga se llama Miriam, pero mi vecina le llama Miri, le pregunta por el hijo, o a qué hora quedan después, etc, etc.
Durante la mañana, suena el portero, que normalmente no es para mí.
Escucho al vendedor ambulante: “¡¡¡Vamos que nos vamos, hoy traigo melocotones, naranjas, patatas, higos!!!”
En contadas ocasiones escucho también al afilador, que siempre me recuerda a mi infancia, cuando escucharlo en la calle era más habitual.
De nuevo la sirena del colegio que anuncia el recreo a las 12h, y se escucha como una bandada de gritos y risas de niños durante media hora, que vuelven a las clases, previo aviso de la sirena, claro.
También escucho la clase de gimnasia, hoy ha sido “¡tenéis que llegar hasta la raya amarilla!”, y el silbato que no se me olvide, también lo escucho.
De repente muchas voces en el rellano que me hace pensar que hay bronca, otra vez, no sé qué ha pasado ya ni me levanto.
A las 14h, sirena, los niños salen del colegio, y mis vecinas salen también y al poco tiempo llegan a casa, les escucho.
Y se ponen a comer y arrastran sillas.
Los vecinos de enfrente que no hablan, gritan, familia de 5 miembros, el más pequeño de unos 6-7 años (asalvajado completamente). Por supuesto les escucho.
Escucho la palabra mamá de la boca de ese niño decena de veces al día, y pelearse por los juguetes que quiere llevarse a la calle, pero que cargue con ellos la madre, casi todos los días.
La puerta del garaje del edificio de enfrente emite un sonido que me resulta un poco inquietante.
Y de fondo muy de fondo, una música que sale de los altavoces que tengo a 50 cm de mis oídos. Lo que más cerca tengo, más lejos lo escucho.
Todo esto en una mañana, durante la tarde hay más de lo mismo pero con otras modalidades.
Durante todo el día los bajantes de agua, es algo habitual.Las niñas de arriba que se pelean. La madre cuando me ve me pregunta “¿te molestan mucho las niñas?” y yo sonrío y le digo “les escucho, pero es inevitable”, es la única vecina que se salva del bloque, qué le voy a decir.
A los de enfrente, les escucho constantemente.
Después de todo esto que puede resultar tan molesto, que lo es, no sé cómo, consigo aislarme y centrarme en lo que tengo que hacer, llega un momento que no escucho nada, me refiero a que no me molesta, es como un ruido de fondo permanente.
Lo consigo habitualmente, la costumbre, supongo, y porque no tengo más remedio, si no, me volvería loca.
Escribiendo esto me he acordado de una canción de Miguel Ríos que viene que ni pintado, “El ruido de fondo”, aunque él dice que lo agradece sinceramente, yo no diría tanto.
Después me he acordado de otra canción de la infancia referente al ruido, no pongo de quiénes son, casi me caigo de la risa al ver el video:
Si llega un momento en que no escuche nada mientras estoy en mi casa, pensaré que ha pasado algo.
Si no hay ningún sonido significaría que no hay nada más a tu alrededor... eso sí que sería inquietante...
ResponderEliminarClaro, ahí sí que me preocuparía, pero hay ruidos totalmente evitables. De cualquier forma todos los ruidos que describo los he adaptado a mi vida, y como digo ya casi no los oigo. Por cierto, ha sonado la sirena, recreo en el colegio, je.
ResponderEliminarTe falta el sonido del tren pasando y la sirena que lo anuncia. Ese sonido me trae muchos recuerdos, imágenes, emociones, ... me deja colgada en mis ensoñaciones.
ResponderEliminarDe aquí a poco te veo coleccionando ruidos, sería una forma de conciliarte con ellos.
Por suerte, la estación de trenes no está cerca de mi casa...
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