Hola de nuevo, aquí estoy otra vez para contar mis aventuras
con mi amiga Amparo.
Como ya comenté la última vez, decidí quedarme con ella, lo
entendió, y me aceptó, ya llevamos viviendo juntos casi cuatro meses.
La convivencia es bastante buena, no me puedo quejar, me ha
comprado una camita estupenda en la que suelo relajarme y dormir la siesta. Es muy
cómoda y es toda mía.
Ya voy entendiendo más cuando ella me habla, pero ella no me
entiende a mí cuando le hablo yo, así que la comunicación es regular.
Me sigue llevando al sitio ese donde hay otros animales, y
cuando me lleva en el coche lo sigo pasando fatal, me mareo, y tengo que
confesar que me sigo haciendo mis necesidades en el trasportín. Muy mal. Me han
vacunado de varias cosas, me han castrado y me han puesto un chip, que por lo
visto tiene la información sobre mi amiga, eso quiere decir que ya no hay
vuelta atrás, que ya seremos amigos para siempre y eso me alegra un montón. También
me han hecho un pasaporte, no sé para qué, si no pienso salir del país.
Mi último entretenimiento en mover de sitio el comedero, me
encanta, pero a mi amiga no le gusta nada, porque al arrastrarlo hace mucho
ruido y porque derramo el agua que tiene, pero me gusta moverlo y llevarlo a la
otra punta de la habitación. Ella me riñe mucho, tiene que coger la fregona y
secar el suelo y me dice que como siga así, me quita el comedero, pero yo sé
que no lo va hacer, ella es buena conmigo.
Me dice que me estoy volviendo muy travieso, que ya estoy
cogiendo demasiada confianza, que si me creo que todo es mío, ¡pues claro que
todo es mío!
Una tarde llegaron unas personas, y me escondí detrás del sofá, sentí algo raro y enseguida me fui a mi habitación, y allí estaba, ¡¡una gata!! Nos miramos, nos olimos. No me gustó nada encontrármela oliendo mis cosas, ¡en mi habitación! Y empecé con todas mis fuerzas a gritarle que se fuera, que esta es mi casa, que no quería que estuviera ahí. Ella estaba asustada, yo también la verdad, pero no podía mostrar mi miedo, así que me fui acercando a ella, y cada vez le gritaba más y más, y cada vez me enfadaba más y más, porque no se iba. Hasta que nos separaron, menos mal que lo hicieron porque ya estaba a punto de echarle la pata encima. En ese momento dejé bien claro que toda la casa es mía, y que nadie entra en mi habitación sin mi permiso. Se la llevaron y pude descansar. Qué susto me llevé.
Por fin hace buen tiempo y puedo salir a la terraza, ¡me
encanta! Huelo las plantas, miro la gente que pasa por la calle, y me tiendo en
el suelo a tomar el sol, qué maravilla, esto es vida.
Me sigue dando mucho cariño, ella me coge en sus brazos, me
acaricia detrás de las orejas y me habla bajito, y me dice que si soy muy
bueno, que si soy muy guapo, nada que yo no sepa.
Sigue haciendo esa cosa tan rara algunas veces, ya me he enterado
que lo que hace es bailar, yo le miro y ella se ríe, me sigue pareciendo que le
pasa algo.
Otro día se puso a hablar de una forma muy rara, no sé cómo
explicarlo, creo que estaba recitando, algo de un burro llamado Platero, no sé.
Yo le miraba atónito, creo definitivamente que se ha vuelto loca.
Pero me divierto mucho con ella, cuando se pone a jugar conmigo
nos lo pasamos muy bien. Me hace rodar las pelotas y yo corro detrás de ellas
hasta que se cuelan debajo del sofá, y no puedo seguir, entonces ella se tira al
suelo coge un palo y las busca y las pone a mi alcance, y seguimos. Otra cosa
que me gusta mucho es esperarla detrás de la puerta de mi habitación, o detrás
del sofá, y salto y le doy con mis patas, al principio se asustaba pero ya no,
ya sabe que le voy a saltar encima y es ella la que corre detrás mía. Nos divertimos
mucho.
Muchas veces me acerca cosas para que las huela, me encanta
olerlo todo.
Me alegro mucho de que nos hayamos encontrado, cuando nos
miramos yo sé que estaremos juntos mucho tiempo.
Seguiré escribiendo.
Chico.
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